A fin de alcanzar los objetivos propuestos en el nuevo modelo de Bachillerato, es necesario también realizar un cambio de concepción pedagógica. En muchas ocasiones, la enseñanza en el Bachillerato y en otros niveles se hace con una visión “bancaria” de la educación, en la que el docente es la persona que está en posesión del “conocimiento” y lo transmite a sus estudiantes. En este contexto, el deber del estudiante es recibir la información ofrecida por el docente o el libro de texto, recordarla y ser capaz de demostrar que la recuerda. El nuevo Bachillerato busca romper con ese esquema y propone uno que considera que el aprendizaje no consiste, como señala el modelo anterior, en absorber y recordar datos e informaciones. Más bien, es una formación que apunta a la adquisición de conocimientos, habilidades y actitudes. El aprendizaje, bajo esta visión, debe ser duradero, útil, formador de la personalidad de los estudiantes y aplicable a su vida cotidiana.
Para
lograr lo mencionado anteriormente, se requiere, en primer lugar, tomar
en cuenta las experiencias y los conocimientos anteriores con los que
se desenvuelve el estudiante, puesto que el aprendizaje significativo y
duradero sucede cuando este conecta el aprendizaje nuevo con sus
conocimientos previos. También requiere de una contextualización del
aprendizaje en una tarea auténtica de la vida real, y que el estudiante
comprenda el sentido y el propósito de lo que está aprendiendo.
Adicionalmente,
las características del mundo contemporáneo demandan formas específicas
de aprendizaje. Primeramente, es necesario que el aprendizaje sea
interdisciplinario. Para ello se requiere que la organización de los
contenidos que se abordarán no sea un listado de temas sin relación
alguna entre sí, sino que tenga coherencia al interior de la propia
asignatura o área científica –en relación con los demás contenidos y
procedimientos de la propia asignatura–, y que muestre las relaciones
con las demás asignaturas. Además, una gran exigencia que le hace la
sociedad contemporánea a la educación es la construcción de currículos
flexibles que se adapten a la variedad de la demanda social, a las
necesidades de una población joven ecuatoriana diversa, y por último, a
la multiplicidad de formas de aprendizaje presentes en el aula.
Con
esto, el papel del docente viene a ser el de un guía que orienta al
estudiante en su aprendizaje. Su rol es definir objetivos de
aprendizaje, ofrecer a los estudiantes experiencias de aprendizaje que
les permitan alcanzar los objetivos (lo que incluye recursos y
materiales), y realizar un proceso de evaluación (que incluye la
autoevaluación) para mejorar la enseñanza-aprendizaje. El estudiantado
pasa a ser protagonista de su aprendizaje: debe construir, investigar,
hacer, actuar, experimentar y satisfacer su curiosidad para aprender.
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